I

El día era especial en muchas maneras. Era el final de los exámenes de la universidad, habían entregado las notas y yo estaba contento porque había aprobado todas las materias. No con un excelente, pero las había aprobado y era lo que importaba. El Efecto del Niño estaba calentando la ciudad de una manera increíble y daba la impresión de que me encontraba en la costa o en algún lugar del trópico y eso me encantaba. El hecho de que por ese efecto se secaban las reservas de agua de la ciudad y que se perdían las cosechas y el ganado moría de hambre, no me importaba. Sabía que no me afectaría, no demasiado. También era viernes, día en el que nos reuníamos con mis amigos a salir a tomar unas cuantas cervezas, bailar y divertirse hasta el cansancio o hasta que la policía cerrara el local por la ley zanahoria[1]. Hoy se cumplía un año de tener a Sandra como mi novia y cualquier cosa podía pasar. En fin, era uno de los pocos días del año cuando todo es perfecto y salía mejor de lo planeado.

La universidad estaba repleta y el bullicio de los estudiantes, emocionados con el último día, confundía a las personas no acostumbradas. La mayoría estaban felices, sin embargo se veían caras alargadas, otras con lágrimas, y muchos jóvenes con los puños rojos, hasta sangrando en algunas ocasiones, por desquitarse con las paredes del recinto al conocer los resultados del semestre. Afuera, el bullicio era más alto. Los estudiantes ya empezaron la celebración y muchos de ellos se encontraban bastante borrachos, sin importar que hasta ahora fueran las tres de la tarde. La música salía en gigantesco volumen de los diferentes locales y automóviles aparcados cerca del claustro, entrechocaba entre sí, se mezclaba con la feliz algarabía común creada por los cientos de estudiantes y se elevaba espantando a las palomas, habituales residentes del lugar. El olor a cerveza y aguardiente impregnaba el ambiente y todo eso junto, creaba esa ocasión especial para bailar, divertirse, olvidar los problemas y dejar que el impulso, encerrado durante más de cuatro meses, actuase a su voluntad y que la razón descansara un poco. Si el arrepentimiento venía, lo haría después, en la mañana, junto con la descomunal resaca. Todo eso no importaba en el momento. Lo importante era desahogarse y dejarse llevar. Dejarse llevar. Aprovechar el momento.

Cuando divisé a mis amigos de siempre, corrí a su encuentro, impaciente por dejarme llevar por esa locura. En total eran cuatro. Juan José era alto, robusto, con un porte militar  y aire de inocencia que siempre inspiraba confianza. Prestó el servicio militar obligatorio y parecía no recobrarse de la experiencia. Era un estudiante promedio, quería aprender, pero tenía dificultades para ello. Lo saludé por el apodo: JJ. Después estaba Heitter. Era bajo. Medía poco más de metro con cincuenta y, a pesar de tener ya más de veinte años, tenía una cara tan joven que cualquier persona que no lo conociese le daría menos de dieciséis. Ese hecho dejó de importarle hacía rato, pero nosotros acostumbrábamos molestarlo al respecto. Heitter era un tahúr empedernido y, cuando no estaba estudiando o en la casa, siempre se le encontraba en el casino, apostado a unas veinte cuadras de la universidad. Me debía plata en ese momento y aproveché la ocasión para realizar el reclamo. De inmediato, sacó un fajo de billetes del bolsillo y nos comunicó, con aire de confidente, que ganó mucho dinero jugando black jack la tarde anterior. Andrés se encontraba al fondo, sentado en el andén, tomando una cerveza, calladamente. No tenía porque preguntarle el motivo de su estado de ánimo: había perdido el semestre. Su afición al billar le costó el semestre. No quise molestarlo por el momento. Sabía que hablaríamos después. Faltaba Miguel, quien por virtudes de su mal genio y las ganas de hacerse notar ante todo el mundo, era el último en salir del salón. Llegó cinco minutos después.

Cuando los cinco estuvimos reunidos por fin, nos lanzamos de cabeza a ese ritual de fin de semestre que se desarrollaba frente a nosotros.

 


[1] Ley que ordena cerrar todo expendio de bebidas alcohólicas, incluyendo las discotecas, a partir de la 1:00 a.m. N. del A.

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