LA SEGUNDA SESIÓN
Cuando miró atrás y recuerdo lo ocurrido esa noche, me maldigo una y otra vez por mi propia estupidez. Si yo no actuase tal y como lo hice, Andrés no recibiría esa puñalada y los hechos posteriores no se desarrollarían como lo hicieron.
Ya está amaneciendo y evoco con nostalgia que a esta hora todo estaría cerrado. El recordar lo sucedido a Andrés, me llena de tristeza y también algo de hilaridad, por lo que ocurriría un poco después. Tú, estás determinado a finalizar con tu plato y ni siquiera me miras. El mío ni siquiera está empezado. Durante toda la cena, el único que ha hablado soy yo. Me detengo y noto que perdí el apetito. Pido al mesero que retire la comida y traiga un tinto y un paquete de cigarrillos.
— ¿Recuerdas cómo comenzó la segunda sesión? — Tu pregunta me toma por sorpresa. ¿Por qué esa necesidad de saltarse los hechos?
— ¿Tan pronto quieres regresar? — Y aunque la pregunta no se refiere a qué, tú lo entiendes.
— Mi hermano está ahí y tengo que sacarlo. — Dices despacio y separando las sílabas. Eso me asusta. En momentos como este, tenemos que permanecer unidos y no debemos tener peleas entre nosotros, más fue como si algo me picara la lengua y mordaz respondo:
— Tú fuiste el que lo metiste en ello y serás el culpable si algo le pasa. — Me detengo abruptamente. Me miras y tus ojos se encuentran abiertos, mirándome con sorpresa y reproche, pero sin rencor. Sabes que tengo la razón, pero no es la forma ni el momento de sacarla a relucir. Y recapacito. — Perdona viejo, no quise...
— No importa, tienes razón. — Ahora también apartas la comida.
Yo callo avergonzado. Me levanto y te comunico que voy al baño. Camino por el restaurante, una vez muy famoso y el más caro en la ciudad, ahora convertido en cualquier comedero de tercera categoría. Todavía recuerdo que las ocasiones especiales de mi familia, las celebrábamos en este lugar. Cuando regreso, la mesa está vacía. No entiendo que pasó e interrogo al mesero sobre tu paradero, pero él me dice que pagaste la cuenta y te retiraste. De la sorpresa inicial, paso al terror.
¿Será posible?
Y en ese momento, me imagino que vas con el viejo, pero ¿por qué? Los guardianes no tenemos porque recurrir a los reclutadores para regresar cuando queramos. Existe algo extraño, algo que no logro vislumbrar. Reacciono. Y apresurado, corro afuera esperando verte todavía, pero el portero me desilusiona, comunicándome que te fuiste en el primer taxi disponible. No pregunto más. Ya sé a qué dirección ir. Y de golpe comprendo todo el dolor y preocupación que debes sentir.
Es tu hermano...
Las luces de la noche pasan raudas a mí alrededor. Aunque sé que el afán no afectará los hechos, piso el acelerador a fondo, tratando de reparar lo irreparable. Mientras manejo como loco, recuerdo el primer automóvil que tuve. Nuestro carro particular. El que le salvó la vida a Andrés y el que más tarde, mucho después de lo ocurrido, perdería en un trágico accidente que casi me cuesta la vida. Después de ese accidente, recurriría a los psicólogos y psiquiatras, quienes aunque no creyeron ni pizca de los que les contaba, me ayudaron a estabilizar mi desequilibrada mente. Supongo que también tú recurriste a ellos. Y al pensar en ti y compararme, noto que no cambiaste en absoluto. Rememorando lo hablado por el teléfono, después el bar y el restaurante, tu comportamiento ha sido el mismo que hace veinte años. Siempre queriendo ser el líder y queriendo empujar a todos adelante...
...Siempre tomando la iniciativa...
...Sólo que ahora...
...La iniciativa te había tomado a ti...