AMISTAD
Me encuentro acostado. Mantengo mis ojos cerrados, queriendo retrasar el inevitable momento del encuentro con el mundo de Xillen. Escucho voces. Reconozco la tuya. La voz femenina se clava en mis oídos y cierro los ojos con mayor fuerza. Acabo de reconocer a Xillen. Está viva y, al parecer, se encuentra bien; pero no logro escuchar bien la conversación. Me levanto con lentitud. Bajo los pies al suelo y me siento en el borde de la cama, con las manos apoyadas sobre el cubre lecho. Mantengo la cabeza baja, y fijo la vista en el piso. Todavía no quiero levantarme. Sé que Xillen sabe de mi llegada. Camino hasta la puerta y pongo la mano en el picaporte. ¡Por Dios! Si supieras el tremendo esfuerzo que me cuesta girarlo. Tengo que reunir toda mi fuerza de voluntad para cruzar este último obstáculo e ir a enfrentarme con la realista irrealidad que se encuentra detrás. Enfrentar a Xillen, después de tantos años. Mirar el pueblo y recordar los momentos, caras y lugares en fracción de segundo.
Y lo giro.
Dos rostros conocidos me miran sin sorpresa. Por tu expresión deduzco que no esperabas menos de mí. Sabías que de una u otra manera yo estaría ahí, como había ocurrido en más de una ocasión.
— Bienvenido de nuevo, amigo mío. — Dice Xillen y la mejor de sus sonrisas cruza su hermoso rostro.
— Hola, Xillen.
— Ha llegado el momento para un nuevo enfrentamiento.
— Lo sé.
— Más esta vez, las fuerzas se encuentran equilibradas y mi papel de imparcial persistirá.
— ¿Qué quieres decir con esto? — Pregunto sorprendido y te miro.
— Tan sólo hay dos guardianes enemigos y otro tanto de ustedes. Y este enfrentamiento no es el final. Muchos son los que nos depara el futuro, más este es impenetrable y nadie puede decir lo que nos concede el mañana.
Y entonces me doy cuenta de la expresión de tu cara. Me doy cuenta de todo el dolor que debes sentir. Y tus ojos... Esta expresión tan sólo la vi en el entierro de JJ. Nunca más esa expresión cruzó por tu cara, y ahora...
Ahora, la muerte de tu hermano pesa sobre tu conciencia, igual que otras tantas muertes sobre la mía. Quiero expresar con mi mirada cómo lo siento, por que no soy capaz de decirlo con palabras. Ninguna palabra puede expresar todo el dolor que debes sentir en este momento y ninguna podrá acercarse, aunque sea un poco, a “lo siento, amigo”.
Me indicas con un ademán que no tiene importancia. Que estás acostumbrado al sacrificio y a la muerte, pero esa demostración de fortaleza tan sólo muestra la débil realidad que se esconde debajo...