Recuerdo la primera vez que escuché la frase “culto a la imagen”. Fue durante las clases de historia, cuando el profesor hablaba de la “cortina de hierro”, de Stalin, Lenin, Hitler, Mussolini, Mao Zedong y Ho Chi Minh, entre otros personajes relevantes de la historia mundial. Curiosamente, esta frase siempre tenía el calificativo de malo, algo indigno para el ser humano, y las consecuencias de este “culto”, eran las catástrofes mundiales que la humanidad conoce bien.
Me sonrojaba, me enfadaba, discutía a más no poder, ya que esas apologías tenían estrecha relación con mi país de origen y, por ser el único representante de esa historia en el momento, me veía obligado a defender o buscar excusas que por lo menos dejaran en tablas la discusión.
Sin embargo, a medida que crecía, me daba cuenta que el mundo y cultura que me rodeaban poco a poco se apropiaron del “culto a la imagen”, para explotarlo comercialmente. ¿Cuál es la diferencia entre la adoración que tenía el pueblo alemán por Hitler y la adoración de la generación de los 80’s por Michael Jackson? O ¿cuál es la diferencia entre el culto a la imagen de Stalin y la adoración de una estrella de fútbol como Ronaldinho?
Claro, me dirán que la diferencia es que los primeros querían dominar el mundo, tener a la gente a sus pies e imponer sus ideales a costa de cualquier cosa. Pues bien, la imagen de Ronaldinho o de Michael Jackson no está hecha con el fin de dominar el mundo, pero sí los bolsillos de los consumidores y el público en general.
El sábado pasado, la selección colombiana de fútbol recibía en Bogotá a las estrellas de la selección brasileña, en la primera fecha de las eliminatorias al Mundial de Fútbol Sudáfrica 2010. Apoteosis en Bogotá, la ciudad se vistió de amarillo, aunque el Cielo pareció disgustarse por algo y desde el mediodía la lluvia anegó las calles capitalinas.
No puedo sino estar de acuerdo con el Cielo. Los bogotanos se agolparon hasta las 3:00 a.m. del jueves, esperando a la selección brasileña. No era para menos: llegaban los ídolos del fútbol internacional, en especial Ronaldinho. Los mejores jugadores del mundo visitaban a los pobres hombres del común. Se vendieron todas las boletas en el estadio, la gente del común colombiana quería ver a… Ronaldinho. Y quedaron desilusionados…
¿Cuál es el problema de la idolatría? La adoración. ¿Qué es la adoración? Dotar de atributos y ensalzar la imagen o el nombre de algo que se considera superior o más grande que nosotros. Para los cristianos y hebreos, el segundo mandamiento dice “No adorarás imágenes de lo que hay arriba en el cielo o abajo en la tierra…”. ¿Cuántos cristianos (católicos, ortodoxos, protestantes, etc.) o hebreos cumplen ese mandamiento hoy?
No pretendo atacar o apoyar creencias religiosas o la fe del que lea el artículo. Simplemente quiero constatar el hecho de que la idolatría no es algo bueno. Es un medio para controlar las masas. ¡Eso es lo que tiene en común Hitler y Michael Jackson, y Stalin con Ronaldinho! Manipulación de masas para un beneficio político-económico de personajes que están detrás o alrededor de las estrellas de hoy, así como lo estaban detrás de las estrellas (hoy monstruos) de ayer.
No tengo nada en contra de Michael Jackson o Ronaldinho, simplemente son personajes de la farándula con millones de seguidores. Podría mencionar a cualquier otro con el mismo resultado. Es el fin para el que se les utiliza, el que me preocupa.
Masas de hombres y mujeres que pierden el sentido común y sueñan con ser como ellos o ellas. Masas de hombres y mujeres que prefieren no comer y gastar el último centavo para verlos en concierto o en persona. Organizaciones de fans que luego se convierten en pandillas juveniles o “barras bravas”, perseguidas por los gobiernos de turno. ¡Y lo mejor del cuento es que esos mismos gobiernos propiciaron la creación de esos grupos de adoración!
A veces me pregunto: ¿qué opina la Iglesia al respecto de este tema? Pero hemos visto que sus miembros más importantes también se han convertido en ídolos (becerros de oro) contra los que supuestamente luchan. Si hago la hipotética pregunta de ¿quién es más importante: El Papa Juan Pablo II o el Papa Juan I? Obtendré, de manera casi inmediata, tres grupos enfrentados (el tercero propondrá otros candidatos). Pero ninguno es más importante que el otro, ya que todos ocuparon un puesto para un mismo fin.
Hoy la humanidad está dividida en grandes grupos donde idolatramos a personajes, vivos o muertos, de la actualidad e historia mundial. El “culto a la imagen”, tan detractado aun hoy en día, hipócritamente se pone en práctica. Cualquiera que diga lo contrario va en contra de la “globalización, ciencia, tecnología, avance del hombre, desarrollo tecnológico y económico mundial, libertad y democracia”. Eso es porque la idolatría genera vanidad, envidia y orgullo, pero nos queremos demasiado para aceptarlo.
Ya que ¿quién será capaz de aceptar que lo manipulan por medio de otros títeres y fuera de eso hacer algo al respecto?
Hoy por hoy, creo que nadie.