Anterior: Sí creo en brujas III: "El wayuu"
Entre las causas más repetidas de las tragedias y también victorias humanas está la curiosidad. Esta curiosidad es generada por la necesidad de resolver algún problema o comprobar una teoría. También simplemente aprender algo nuevo, para olvidarlo de inmediato y seguir aprendiendo algo más. E incluso, en la banalidad de la existencia, simplemente pasar el rato. Aun ahora sigo preguntándome qué me impulsó a recorrer el camino de lo que muchos conocen como magia, pero lo que sí puedo afirmar es que la experiencia fue un camino enriquecedor y esclarecedor, aunque con muchos altibajos y desiluciones.
Claro está que buscaba respuestas. Respuestas a preguntas que mi mente inquieta, intuyendo su existencia, quería conocer. El hecho de que la ciencia lo negara, no me convencía, ya que el argumento siempre me ha parecido flojo. Tal vez por eso insistía leyendo, buscando y, en ocasiones, poniendo en práctica lo que había aprendido. Obviamente el tema de la ouija no podía faltar. Más aún que en esa época estaba muy en boga gracias a las películas de terror que no paraban de explotar el argumento.
Aún seguía viviendo en la casa de Doña Gloria por esa época y el guajiro seguía visitándonos de vez en cuando. Siempre había querido probar con la famosa ouija, pero nunca pude conseguir el tablero. Tal vez porque nunca lo busqué en realidad, sino que dejaba al azar que apareciera en mi camino.
Una tarde, estando solo en la casa, se me ocurrió simplemente dibujar el tablero en una hoja de papel común y corriente. No recuerdo qué utilice como puntero, pero eso no funcionó. El puntero nunca se movió por más de que “invocara” a un “alguien” a que me respondiese. Supuse que esto se debía a que inconscientemente hacía demasiada presión sobre el puntero. Entonces decidí improvisar: usé el péndulo.
Sostuve el péndulo sobre el improvisado tablero e “invoqué” a cualquiera que quisiera hablarme y responder mis preguntas. Como condición para anunciar su presencia, el “ente” tenía que mover el péndulo para indicar que estaba en la habitación y listo para responder mis preguntas. No fue una sorpresa que el péndulo se moviera. Ya había experimentado con él y sabía que la oscilación se daba frecuentemente. Las causas podrían ser desde el mal pulso de uno mismo, hasta la ligera brisa que podría pasar por el lugar. No era algo de fiar. Claro está que había probado únicamente con el sistema del sí y el no (las posibilidades del péndulo no son muy amplias que digamos). Pero combinar el péndulo con el tablero, debería ampliar las posibilidades de una respuesta, creía yo.
Mi escepticismo seguía presente. Pero seguí adelante con el experimento. Cuando el péndulo comenzó a oscilar, le indiqué qué movimiento representaba el sí y qué movimiento representaba el no. Al preguntar si quería responder mis preguntas, la respuesta fue sí. Y acá fue donde entró a jugar el famoso tablero de la ouija.
- ¿Quieres decirme tu nombre? – Pregunté al “ente” y el péndulo osciló en la dirección del sí. – De acuerdo, - respondí. – Dime la primera letra de tu nombre. Voy a pasar el péndulo sobre cada una de las letras. Letra sobre la que oscile, será la primera. ¿Estás de acuerdo? – De nuevo un sí por respuesta.
Comencé con el experimento. Y fue largo ya que pasar para cada letra sobre todas las letras del alfabeto latino y esperar a ver si el péndulo oscilaba o no, era una tarea bastante cansona. Pero también me estaba divirtiendo, ya que el péndulo sí oscilaba cuando llegaba a determinada letra.
Con cuidad fui anotando las letras que me indicaba el “ente” con un plumón grueso. No creía que fuese algo que pasara en verdad. Aún más ya que las letras estaban formando un galimatías. Pero como tenía tiempo y nada que hacer, decidí seguir divirtiéndome con el experimento y llevarlo al final. Al llegar a cierto número de letras, pregunté:
- ¿Hay más letras en tu nombre? – El péndulo osciló en la dirección del no. Entonces, con cierta desilusión, y viendo el galimatías de letras, dije: - Gracias por nada. – Y arrojé el péndulo a un lado sintiéndome desilusionado. En el papel se leía:
S E D E R A P O I C I R U A M
Me sentí aburrido y desilusionado. Por más de que uno sea escéptico, la esperanza de hallar una prueba de existencia de un mundo que está “al otro lado” siempre está ahí. Me levanté, queriendo recoger el improvisado tablero y los papeles. Y al hacerlo, generé una corriente de aire que hizo revolotear el papel sobre el que había escrito durante casi media hora, una a una las letras que me había indicado el péndulo.
El papel había caído al revés y las letras que había anotado con el plumón se veían claramente. Al leerlas, se me fue el alma al piso. Fácilmente se leía: Mauricio Paredes… ¡El ente o espíritu me había dado su nombre al revés, comenzando por la última letra de apellido hasta llegar a la primera letra de su nombre de pila!
Por un momento me sentí anonadado y en un leve estado de shock. Incluso puedo decir que sí, sentí miedo. Pero creo que la excitación pudo más y me arrojé de nuevo sobre el péndulo.
- ¡Perdón, Mauricio! – Exclamé. – Había interpretado mal. ¿Sigues aquí?
En esta oportunidad el péndulo no osciló. No respondió. Y por más de que yo insistiera por otra media hora con él, no volvió a moverse. Supongo que ese espíritu quedó tan aburrido como yo, después de invertir todo ese rato en darme su nombre y ver que yo no lo comprendía … O al menos eso es lo que prefiero pensar al respecto…
Durante algunos días más intenté repetir este experimento. Y muchas veces pregunté por los nombres de los que “movían” el péndulo. Nunca más tuvo por respuesta un nombre tan claro, con apellido incluido. Nunca más pude obtener un contacto que podría “entender” como tal. Poco a poco me aburrí de esa pérdida de tiempo, más aún porque se acercaban los exámenes en la universidad y no podía darme el lujo de concentrarme en otras cosas.
Así, el experimento con la ouija pasó al olvido y no volví a jugar con eso. Más aun después de lo que sucedería un poco más adelante y que contaré en la siguiente oportunidad. Pero el resultado sí me marcó, dándome esperanzas en la existencia de ese “más allá”, que todos buscamos (consciente o inconscientemente), pero que pocos logran siquiera divisar, menos aún comprender.
Junio 06 de 2022
*** El nombre del “espíritu” fue cambiado (por si las moscas) …
Siguiente: Sí creo en brujas V: “La visita nocturna”