Me duele hasta el fondo de mi alma.
Y el corazón, lo siento reventar.
No sé porque el dolor a mí me embarga,
Si debería ser feliz y no llorar.
Y, sin embargo, no logro contenerme.
No puedo evitar mi alma desangrar.
Me duele lo que pasa en el mundo.
Me aterra lo que a los hombres nos puede pasar.
Y tengo miedo al mirar hacia el futuro.
Y ver lo que este nos depara.
La muerte se sucede al sufrimiento.
Y no tiene un fin. Tampoco para.
Me duele que el hombre, ser perfecto,
Se está cavando su propio sepulcro.
Buscando el fin de su existencia,
Ha condenado a todos en su rumbo.
Los seres que habitan el planeta,
También forman parte de la Creación.
Y nosotros los matamos, sin conciencia.
Y en ello, sí que ponemos corazón…
Me muero de vergüenza ante los seres,
Que, como nosotros, aquí existen.
Y me aterra que, siendo inteligentes,
No paramos a los que embisten.
Pues no es suerte y tampoco es destino.
Son simples consecuencias de los actos,
Que cometemos imprudentemente,
Buscando tan solo afianzarnos.
No soy capaz de aceptar el hecho,
De que el hombre se llame civilizado.
Pues con sus actos queda demostrado,
Que salvaje es y salvaje se ha quedado.
Pues no existe otro animal en el planeta,
Capaz de semejante destrucción.
Capaz de desgarrar con saña a su hermano,
Y bañarse en sangre de su corazón.
Tú no mereces, hombre, que te salven.
Pues si destruyes, no buscas salvación.
Tú no mereces, hombre, la ayuda,
De aquel a quien tu llamas Salvador.
Por más que Él a ti te de la mano,
Por más que Él te salve de ti mismo,
Tú sigues en tus actos, tan campante,
Y vas corriendo derechito al abismo.
Tu odio te ciega en el camino,
Y eres incapaz de ver lo que sucede.
Y sin abrir los ojos despotricas del destino,
Culpando a otros de lo que, a ti, por ti, te viene.
¡Dios mío, perdona a los hombres!
¡Dios mío, culpables somos a más no poder!
¡Culpables de destruir la vida!
¡Culpables de odiar todo tu ser!
Y no hay excusa válida a estos actos…
Tenemos inteligencia y capacidad,
De discernir lo bueno de lo malo.
De cambiar el rumbo de la humanidad.
Así que Dios, perdónanos, si quieres…
Perdónanos, por ser tan desalmados.
Pero lo que soy yo, yo ya no puedo…
El hombre, para mí, ya no es humano…
Jueves, 30 de marzo de 2017