La constante brisa le revolvía el pelo, eso le gustaba. Las olas se levantaban amenazadoras tratando de llevarla al fondo del mar, pero caían destrozadas al chocar contra las rocas. Elena se rió y le dio la espalda al mar. Desde ahí alcanzaba a ver su casa y a su hermano asegurando las redes para que la tormenta que amenazaba con caer, no se las llevara a su paso. De pronto algo hizo cambiar la atención de nuevo al enfurecido mar.
Un pequeño sonido diferente a lo que ella hubiera escuchado después de vivir toda su vida al lado del mar, la obligó a escudriñar preocupada el horizonte. Entre las nubes, pudo distinguir una pequeña luz rojiza que caía velozmente.
- ¡Seriozha, mira! - Le gritó a su hermano señalándole el horizonte.
- ¿Qué? - Preguntó azorado, tratando de divisar algo entre las nubes. - No veo nada.
- ¡Algo estaba cayendo! Pudo haber sido un avión. ¡Tenemos que hacer algo! – Gritó ella, mientras corría hacia él.
- Yo no vi nada. - Dijo Sergei despreocupado y volvió a su trabajo. - Y además ¿cómo quieres que hagamos algo? Si de verdad fue un avión el que cayó, cayó en mal sitio. Nada podemos hacer por ayudar.
Ella comprendió que su hermano tenía la razón. No tenían ningún vecino en varios kilómetros, teléfono o algún medio de comunicación. Con lo que ellos podían comunicarse con el exterior, era una pequeña radio de pilas. Bajó la cabeza y entró a la casa sin pronunciar palabra. Comenzó a preparar la cena. Su hermano ya había terminado de asegurar las redes y ahora estaba reparando otra que había roto un pez demasiado grande.
- Bueno, al fin y al cabo nos enteraremos mañana de lo que fue eso. - Dijo ella para animar la conversación, pero él tan solo gruñó malhumorado; el agujero de la red era más grande de lo que suponía.
- Pero también pudo haber sido otra cosa. - Insistió ella.
- ¿Como qué?
- No lo se. ¡Tú dímelo! - Ella se contagió del mal humor de su hermano. Sin embargo, este prefirió callar. Ya conocía de sobra a su hermana de mal genio y no quería arriesgarse a quedar sin cena y dormir fuera de la casa en una noche de tormenta.
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La noche transcurrió tranquilamente y al amanecer, Sergei se levantó bien temprano cuidando muy bien de no despertar a Elena y salió a pescar. Decidió ir al punto que ella le había señalado el día anterior. De pronto podía encontrar algo, algún indicio del accidente, si es que hubo alguno. Y si no, ese sitio era muy bueno en pesca. Allí había una corriente que en esta época traía muchos cardúmenes de sardinas. Avanzó a buena marcha y de repente divisó un objeto flotando a duras penas sobre las intranquilas aguas.
Su primer impulso fue el de dar vuelta al bote y llegar a la playa lo antes posible. Pero la curiosidad pudo más que el miedo. Se acercó despacio y rodeó el objeto. Era grande, de hierro y tenía escrito "F.T.O.S" en letras grandes y dos dibujos rectangulares de diferentes colores, pero muy unidos entre sí.
- ¿Qué hago? - Se preguntó en voz alta. - Si lo dejo aquí, Elena me matará cuando se entere. Y si lo llevo conmigo, quién sabe lo que puede pasar. Se decidió por lo último.
Enganchó el objeto a su bote e intentó remolcarlo. Pero el objeto era demasiado pesado y grande. La mitad de este estaba bajo el agua, era algo que Sergei no se había imaginado. Sin embargo, podía moverlo a una velocidad muy baja. Por la noche logró llegar a la playa. Elena estaba esperándolo desesperada, parada en las rocas y con la mirada en el horizonte. Cuando vió una mancha blanca moviéndose en las pequeñas olas, bajó corriendo para recibirlo.
- ¡Maldito seas! ¿Sabes lo preocupada que estaba? - Gritó ella histérica mientras él se acercaba a la playa. - ¿Que ocurrió? - Por la oscuridad, ella no podía ver el objeto.
- ¿Recuerdas lo que viste ayer? - Preguntó Sergei tranquilamente. - ¡Pues aquí esta! No era un avión. No se que pueda ser, pero lo traje.
- ¡Pues trae el maldito bote hasta aquí! - Gritó ella ya mas calmada y hasta sorprendida.
- Ojalá pudiera. Es demasiado grande. Hasta aquí puedo llevarlo, se embarrancó.
Ella llego hasta el agua, pero no se decidió a meterse.
- Bueno, ven aquí y trae la amarra. No vaya ser que la marea se lleve el bote.
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Ya en la cama, Elena no pudo pegar ojo. Ese algo, esa cosa que trajo Sergei y que ella no pudo ver, desfilaba ante sus ojos en infinidad de formas y colores. Fuera lo que fuera, cayó del cielo. Puede haber sido un regalo de los dioses. O también pudiera ser la muerte. Y ese secreto, era lo que la mantenía despierta. Sergei tampoco pudo dormir, pero no porque tuviera miedo, sino porque ese objeto le recordaba algo, algo que él no podía precisar, no podía evocar de los oscuros rincones de su memoria. Ambos estuvieron dando vueltas en sus camas hasta el amanecer.
Elena fue la primera en saltar de la cama, apenas el primer destello del alba toco sus ojos inyectados de sangre por toda una noche en vela. Corrió a la habitación de su hermano con la intención de despertarlo, pero él la recibió en la puerta ya vestido y listo para salir. Sin decirse palabra, caminaron juntos hasta la playa como un batallón del cual sólo quedan dos personas después de una sangrienta batalla y van hacia el enemigo, sin armas, esperando la gracia o la muerte.
El bote estaba ahí con ese gran objeto detrás. Interiormente, ambos habían deseado que durante la noche ese objeto desapareciera. Sin embargo, ahora estaban frente a frente con ese misterio que tenían que resolver.
- Bueno, ¿qué estamos esperando? - Dijo Sergei aparentando alegría. - Vamos por esa cosa.
Ambos se metieron al agua y nadaron hasta ese objeto. Elena fue la primera en descubrir la entrada. Una puerta rectangular cerrada y sin ninguna forma de abrir. Ambos desconcertados, trataban de dar con la cerradura, la llave, el cerrojo, lo que fuera. Sergei fue el que encontró un pequeño control que emitía luces constantemente.
- ¿Como fue que no lo vimos antes? - Jadeó él cansado por mantenerse tanto tiempo en el agua.
- No lo sé. Ahora hay que abrirlo. Comencemos por eso. - Señaló un botón con luz roja y lo oprimió.
La puerta se abrió lentamente, produciendo un extraño ruido. Ambos se apartaron enseguida para evitar que algo pudiera pasarles. Pero nada ocurrió. La puerta se levantó lentamente permitiendo ver el oscuro interior, iluminado por algunas luces que titilaban alternativamente.
- ¿Ahora qué? - Murmuró ella sin mirar a su hermano.
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- Supongo que debemos entrar. - Dijo él. - Yo entraré y tú quédate aquí. – Añadió después de un rato. Ella no dijo nada. Sergei entendió el silencio como una aprobación y comenzó a subir por el inclinado borde de esa cosa.
El interior lo recibió amenazador y a la vez tranquilizante. Al fin y al cabo, si algo o alguien estuviera escondido ahí habría salido de inmediato al ver la luz solar. O al menos era lo que él suponía. Revisó con cuidado el oscuro y único espacio libre en esa cosa. No vio nada en especial. Decidió salir a decirle a Elena que no había peligro y que podía subir si quería, lo que ella hizo de inmediato.
- ¿Qué demonios será esto? - Preguntó ella al entrar.
- No lo sé. Parece una nave espacial. ¿Recuerdas el día que encontré esa revista de comics? Ahí había una nave parecida.
- Pero no era de esta forma. - Respondió dudosa.
- ¿Tienes alguna mejor idea? - Preguntó exasperado Sergei.
Elena se quedó callada y comenzó a explorar la nave. No veía nada en concreto, todo estaba bien unido a las paredes. Nada que ella pudiera coger o manipular sencillamente, sin tener que mover palancas o tocar botones. De repente sus pies tropezaron con algo, lo recogió y pudo ver que era un cuaderno.
- ¡Seriozha, mira lo que encontré! - Casi que gritó ella al mostrarle el cuaderno, ya amarillento por los años, a su hermano.
- Bien, ¿qué estás esperando? Abrelo! - Le afanó interesado.
Elena abrió lentamente el cuaderno. Las primeras dos hojas estaban llenas de unos pequeños símbolos en un idioma que ella no conocía. Se lo pasó a Sergei.
- ¡Es inglés! - Dijo sorprendido. Elena quedó petrificada. Ninguno de ellos esperaba que "eso" fuera escrito en un idioma de la Tierra.
- ¡Léelo! - Dijo ella. Sergei había estudiado el idioma mientras pescaba; para matar el tiempo - decía él-, mientras ella se reía.
- Voy a intentarlo. He aprendido el idioma en letra imprenta, no se si pueda entender lo que dice.
- ¡Pues inténtalo!
- Voy a leerte lo que entienda, después tratare de descifrar lo que falte.
- ¡Comienza ya! - Gritó ella exasperada por tantas explicaciones.
Sergei comenzó la lectura, dejando algunos espacios en blanco.
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"... Este diario lo escribo por si acaso, no se sabe si las computadoras puedan ... todo el viaje. Lo importante no es el viaje sino el destino. En este momento, la computadora nos ... de el estado de ... Estamos a pocos kilómetros de ... Centauri. La nave esta en órbita del cuarto planeta contando a partir de la estrella. El sistema tiene cinco planetas. La computadora escogió el cuarto porque este recibe aproximadamente el mismo calor que recibe la Tierra. Ojalá supiera que fecha es para poder ... Ninguno sabemos cuanto tiempo hemos estado en el estado de ..."
- ¿Y? - Preguntó Elena. - ¿Qué quiere decir todo esto?
- Que la nave los llevó quién sabe a donde a una cosa llamada Centauri... ¡Espera un momento! - Gritó él. - ¡Es Alfa Centauri, la estrella mas cercana a la tierra!
- O sea que fue un viaje a Alfa Centauri. - Definió con burla Elena.
- ¡Pues si. Y deja de interrumpir! - Dijo Sergei y continuó con la lectura.
"... Escribo esto antes de aterrizar. El registro nos muestra que el aire es respirable, pero al límite. Debemos salir con nuestros trajes ... Solo Vasili se quedará en la nave para supervisar las ... Que Dios nos ayude!"
- Aquí terminan las anotaciones.
- ¡Pero eso nos deja en las mismas! - Exclamó furiosa ella. - Sabemos que es una nave espacial y que fueron a la estrella Alfa Centauri, pero ¿qué demonios ocurrió ahí?
- Creo que eso quedará en el misterio. - Respondió sencillamente Sergei.
Ambos quedaron callados un momento. Sergei busco donde sentarse. Vio tres sillas e invitó a su hermana a seguirlo. Se sentaron, cada quien pensando en el final de la historia.
Sergei tiró el cuaderno sobre un pánel y cerró los ojos, el cansancio y la noche en vela, lo habían vencido. De repente un ruido sobresaltó a los dos. Miraron atrás y vieron una puerta que se abría soltando un ruido silbante. Elena agarró horrorizada el brazo de Sergei. Ninguno de los dos podía moverse. Ambos estaban paralizados por el terror. Cuando el vapor se disipó, pudieron ver cuatro cápsulas, colocadas en fila. Solo dos de ellas estaban ocupadas. ¡Eran personas! ¡Humanos! Los hermanos se quedaron boquiabiertos.
- Salgamos de aquí. - Dijo Elena en un susurro como temiendo despertar a esas personas.
- Sí.
Los dos salieron precipitadamente de la nave y en pocos minutos estaban en la playa. Antes de eso, Sergei desengancho la lancha y la llevó hasta el amarradero. Una hora después, habían armado una barricada frente a la casa y, Sergei armado con un arpón y Elena con el cuchillo mas grande que tenia en la cocina, esperaron a las personas de la nave.
Una cabeza se asomó por la puerta de la nave y deslumbrada por el sol, volvió a entrar. Unos minutos después se escucho un grito y ese mismo personaje salió llorando y se sentó en el borde de la puerta.
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- Hey. - Sergei decidió dejarse ver.
El personaje se estremeció y miro en la dirección de Sergei.
- ¿Who are you? - Preguntó el personaje entre lágrimas y estremecimiento.
- ¿Qué dijo? - Preguntó Elena asustada. - ¿No nos esta amenazando, verdad?
- ¿Y cómo quieres que lo sepa? Sé leer en inglés, pero no sé hablarlo, - le contestó. - ¿Kto vi? - Le preguntó al personaje a su vez.
- ¿Estoy en Rusia? - Gritó el personaje en ruso.
- Está en la Tierra. - Contestó Sergei aliviado de que el personaje hablara su idioma. - ¿Pero en que país?
- Eso ya dejó de existir hace cien años. - Contestó Sergei extrañadó por la pregunta. - Para ser exacto hace noventa y ocho años. - Añadió más tarde.
El hombre del espacio se quedó pensativo y saltó al agua. En un minuto ya estaba en la playa. Sergei todavía con el arpón en la mano y Elena detrás, se acercaron al individuo.
- Mi nombre es Vasili Sergeievich Topoliov. - Extendió la mano el hombre del espacio.
- Yo me llamo Sergei y ella es mi hermana Elena. - Ambos sacudieron la mano de ese hombre. - ¿Porqué me pregunta cosas que han pasado ya tantos años atrás?
- Porque tres cosmonautas más además de mi, despegamos en esta nave el sábado quince de agosto de mil novecientos noventa y ocho con destino a la estrella Alfa Centauri. Permanecimos todos en estado de congelamiento mientras llegamos a nuestro destino, por eso no sé lo que haya pasado. ¿En que año estamos?
- Estamos en el año dos mil ciento catorce. ¿Y sus compañeros donde están?
- Todos muertos. - Respondió Vasili cansadamente. - ¿Que paso, por qué ya no existen los países?
- Después de la tercera guerra mundial, en mil novecientos noventa y nueve, quedamos tan pocas personas con vida, que fue mejor unirnos todos en un solo grupo, para no tener que volver a vivir ninguna guerra por territorios. Estamos mejor así, pero a nadie le interesa ya mejorar la tecnología.
- Demonios, - exclamó Vasili sin emoción. - Yo estaba preparado para algunos cambios, pero esto se pasa del límite. ¿Qué haré ahora? Supongo que ya no existen superiores a quienes reportarme. Tercera guerra mundial... Ya lo había predicho Nostradamus. ¿Qué haré? - Las preguntas e ideas de Vasili corrían en forma desorganizada. - ¿No existe ningún centro de comando? Debe existir algún comandante, algún líder, algo.
- No. - Fue la demoledora respuesta de Sergei. - Todo el mundo vive en su ley. Afortunadamente todos vivimos tranquilamente. No hay ningún problema. No existen ni guerras, ni ladrones, nada de eso. Todo el mundo trabaja honradamente para sobrevivir. Hay algunos que pilotean aviones para transportar gente que vende sus productos en otras tierras. Existen medios informativos. Todo es normal. - Miró a Elena que se mantenía callada, todavía sin relajar la mano en la que tenía el cuchillo. Ella comprendió su mirada y fue a la casa a guardarlo. - ¿Y porqué no nos cuenta lo que le pasó a usted? Si no tiene a quién reportarlo, haga de cuenta que yo soy su comandante. - Dijo sencillamente Sergei.
- Bueno, - Vasili busco un lugar para sentarse.
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"Nosotros estuvimos en órbita alrededor del cuarto planeta del sistema. Lo echamos a la suerte y yo fui el afortunado de quedarme en la nave a supervisar las maniobras de los demás. Después de una hora, vi como Steward se acercaba corriendo a toda velocidad. Parte de su traje estaba manchada de sangre. Desde el monitor vi sus ojos fuera de órbita y como me gritaba que abriera la puerta. Lo dejé entrar. Sin decirme nada, él se lanzó a los controles y levantó la nave. En cuestión de minutos estábamos en las nubes. Le pregunté que había pasado, donde estaba el capitán y Armando. El no podía hablar, tan solo balbuceaba. De sus balbuceos entendí que algo le había ocurrido a Armando. El capitán trato de ayudarle y le ocurrió lo mismo.
- ¿Que demonios fue lo que ocurrió ahí abajo? - Le pregunté totalmente enloquecido. Entonces él comenzó a contar. Estaban caminando en la dirección del agua que había localizado la computadora. Cuando estaban cerca, Armando, siguiendo las órdenes del capitán, recogió agua para tomar unas muestras. Las recogió en un frasco especial y cuando iba a cerrarlo, fue como un calambre que lo sacudió. Lo que más había asustado a Steward, fueron los ojos de Armando, comenzaron a inyectarse de sangre y a hincharse. Y de pronto estallaron. El capitán se lanzó a ayudarle, a tratar de hacer algo por él, pero la maldita cosa, fuere lo que fuere, también lo agarro a él, pero esta vez, ya cuando lo mismo comenzó a ocurrirle al capitán, en un esfuerzo sobrehumano, logro arrancarse el casco, pero no fue a tiempo. Los ojos estallaron justo en la cara de Steward y él, enloquecido, corrió hasta la nave. Al parecer, esa cosa, cambiaba la atmósfera dentro del casco. Como este estaba herméticamente cerrado, la presión fue aumentando hasta que los vasos sanguíneos estallaron. Se transmite por contacto, no importa al parecer que material sea el que toque. Y además, debe ser inmensamente pequeña. Mas pequeña que el átomo. Creo yo. Ni Steward ni yo quisimos quedarnos ni un segundo más en ese lugar y llevamos la nave hasta el espacio y la pusimos rumbo a casa".
- Esa es toda la historia. - Dijo Vasili. - ¡Dios, que no daría por un cigarrillo!
- Hoy en día ya no se fuma. - Sonrió Sergei. Y serio de nuevo le preguntó. - ¿Y que pasó con ese Steward?
- Esa es la parte más graciosa de la historia. - Dijo Vasili tristemente y escupió en la arena. - Acabé de enterarme que también está muerto. Al parecer cuando se conectó al sistema de alimentación suspendida, el virus o como se llame esa cosa se metió con él. Está sin ojos, sin rostro. - Y se quedó callado.
- ¿Y no habrá peligro de que esa cosa esté viva? - Preguntó aterrado Sergei.
- No lo creo. - Desechó la idea Vasili, pero le faltó convicción. Ambos miraron cautelosamente en dirección de la nave.
- Creo que lo mejor sería remolcarla mar adentro y dejar que se hunda.
- No lo sé. No me parece muy buena idea. Antes tenemos que ver si esa cosa está muerta o no.
- ¿Y cómo lo sabremos?
- Alguien debe entrar en la nave para averiguarlo. Sin embargo existe el peligro de que m.., le pase algo.
- Yo no puedo ir. No voy a ir. Tengo una hermana que proteger. Sin mi, dudo que sobreviva. Al fin y al cabo, somos pocos los que quedamos, pero también son pocos los lugares para vivir que sean fértiles y no contaminados por la radiación. Antes me alegro de que Lena y yo nacimos normales. - Sergei comenzó a decir disparates.
- Yo voy a ir. - Vasili se levantó y miró el horizonte tristemente. - Yo lo traje, yo tengo que saber si todavía esta ahí.
Sergei no dijo nada. Se limitó a darle el arpón.
- ¿Y para que me sirve esto? - Por primera vez Vasili rió de buena gana. - No ve que esa cosa es del tamaño de un átomo.
- ¿Con que se va a defender?
- No lo sé.
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Vasili se acercó al agua y comenzó a entrar lentamente en el tranquilo mar. Las aguas se abrían lentamente para darle paso. Por fin se sumergió para salir de nuevo casi al lado de la nave. Sergei lo miraba hipnotizado. Segundos más tarde, su compatriota había desaparecido en el interior de la nave. De repente, un grito rasgó el silencio y Vasili apareció en la puerta con la cara cubierta de sangre. Tropezó con algo y cayó en el mar que precipito apresuradamente sus aguas para no dejar escapar a la presa.
"Al comenzar el hombre a destruir la naturaleza,
ésta responderá de la misma forma algún día."
Anónimo