- La locura es uno de los problemas más frecuentes del hombre. Por lo menos es lo que yo entiendo. Me tienen encerrado en esta jaula para hombres y todo ¿por qué? Porque yo no pienso como todos los demás lo hacen. No tengo el mismo modo de razonar y tampoco el mismo modo de verle el lado lógico a las cosas. ¡Yo no debería estar aquí! Debería estar disfrutando del aire y de la luz solar. Estar con mi mujer y con mis hijos. Pero hasta ellos me repudian. Me odian por lo que soy, por lo que seré y por lo que moriré. Y es que si lo pensamos bien, no debería estar quejándome. Antes debería estar feliz por lo que me sucedió.
Al fin y al cabo no a muchas personas les pasa lo mismo que a mí. Hubo épocas en las cuales las personas eran consideradas locas aunque tuvieran la razón. Por ejemplo si miramos el caso de nuestros pobres antepasados; vivían tranquilos, con su propia filosofía, su propio modo de vida, pero llegaron los españoles y destruyeron todo lo que los indígenas habían creado. Torturaban a la gente para obligarlos a creer en un dios que ellos no podían ver. Querían hacerlos abandonar a sus dioses que para ellos eran mucho más palpables. ¿Y entonces quienes eran los locos? Sin embargo, a ninguno de ellos se le castigo, en lugar de eso, todos, todos fueron recordados por la historia. Inmortalizados en el papel.
- Eso es exactamente lo que tratamos de impedir. - Dijo el doctor y miró a su paciente con lástima, pero entendiendo sus razones. - Por eso es que fueron construidos estos centros de rehabilitación. Tratamos de enseñarles a nuestros pacientes que deben intentar adaptarse al mundo que está ahí afuera. - E hizo un gesto hacia la ventana. - La gente que no está apta para ese mundo, - volvió a repetir el gesto, - podría dañar el delicado equilibrio que está a nuestro alrededor.
- Delicado equilibrio. - El paciente sonrió amargamente y prendió un cigarrillo. - ¿A qué usted le llama delicado equilibrio? ¿A las malditas guerras? ¿A la maldita polución producida por el hombre? ¿A la exterminación de animales? ¿Eso es lo que usted llama delicado equilibrio?
El doctor pareció confundido pero supo ocultarlo a su paciente. Pensó bien la respuesta.
- Sí. Guste usted de eso o no, eso es un equilibrio. - Miró a su colega buscando apoyo pero este no supo que decir.
- ¡Qué bien! ¡Entonces los locos para mí son ustedes! La Naturaleza es el equilibrio. Pero nosotros destruyéndola, ¿qué quedará? Terminaremos como los dinosaurios, hasta peor que ellos. Por lo menos ellos no destruyeron el planeta. Nosotros si lo estamos haciendo. Si teniendo en cuenta las guerras, por querer poseer el poder, ¿cuánto daño no hemos causado? No miremos a nosotros mismos, miremos a los animales, las plantas ¡el mismo planeta al fin! Si hasta en las pruebas nucleares, algo con lo que el hombre pretende dar un paso hacia adelante, está destruyendo el planeta. ¡En esas pruebas, se destruye toda la vida y no puede volver a aparecer hasta dentro de medio milenio! Y no es excusa que las pruebas se practiquen en lugares desérticos ¡si hasta en ellos hay vida! Y ahora el querer poseer más poder nos está obligando a construir más y más bombas atómicas. Y es que ya no nos conformamos solo con eso, existen bombas de hidrogeno e infinidad de armas más, químicas y de otro tipo que estoy seguro que existen aunque muchos de los gobiernos no han querido revelar su existencia. Pero todos nosotros nos conformamos porque nos gusta vivir con el peligro, disfrutar la locura de la vida. ¿Acaso eso no es una locura? ¿Y qué me dicen de los presidentes y de los políticos? Por ejemplo, Saddam Hussein invadió Kuwait no recuerdo en qué año. Mató a muchos y torturó a otros. Rápidamente, George Bush envió a sus tropas al rescate de Kuwait. Aunque dicen que lo hizo de todo corazón, todos sabemos que fue mas por intereses económicos que por sentimentales o de deber que lo hizo. Y mató muchos iraquíes. Y nadie se lo reprochó, nadie lo consideró loco, pero a Saddam sí. ¿Pero qué tanto de loco tiene el? El tiene una religión a la cual respeta y la cual le ha enseñado a ser tal y como es. Es lo mismo si miramos a la inquisición española. Sus integrantes torturaban a los pobres "infieles" para obligarlos a creer en un dios único y en Jesús Cristo. Y los que pensaran que estaba mal fueron considerados brujos o brujas y fueron quemados vivos. ¿Acaso esa no es una locura? Y ahora el hombre quiere salir al espacio. ¿Para qué? ¿Para colonizar nuevos planetas y comenzar todo el ciclo de nuevo? ¿La destrucción de un nuevo planeta? ¿Para qué querer conocer nuevas culturas, nuevas civilizaciones a las cuales llamamos extraterrestres? ¿Para hacer lo mismo que hicieron los españoles con los indios? ¡Definitivamente eso sí es una locura!
- ¡Pero usted no está aquí para que yo escuche todas sus motivos para llamar loca a la humanidad! - Gritó el médico desesperado. - ¡Usted está aquí para comprobar si usted cometió el asesinato en un estado de locura! No para...
- Sí, yo lo hice en un total estado de perfecto razonamiento - Interrumpió el paciente al médico. - Lo acepto perfectamente. Y además, ¿que tanto le puede interesar a la justicia si un hombre mato al presidente bajo los efectos de la locura o no, si otro hombre en este mismo momento esta asesinando a miles? Yo acepto, yo lo maté. Si yo no lo hacía, él mataría a miles al apretar ese botón. Así que por favor, terminemos esta charla inútil ya que ustedes, por lo visto, no son capaces de comprenderme. - Y el paciente se levantó y se dirigió a la puerta seguido por un médico de seguridad y un oficial de policía, los cuales fueron cogidos por sorpresa. El médico suspiró y miró a su colega:
- Después de todo, creo que él también tiene la razón. No sé quienes estamos más locos ¿los que nosotros consideramos locos o nosotros mismos?
Su colega lo miró con una expresión de sorpresa en la cara, esperó un momento y salió dejando al médico solo.