Con cada año es más y más obvio que la religión está perdiendo terreno frente al comercio y consumismo. Hoy, Jueves Santo, los católicos del mundo entero se dividen en dos grupos: los que se toman las de Villadiego en las playas, casas de descanso, sitios turísticos y hoteles, y los que van a la iglesia, rezan y meditan en acciones que (según algunos) tuvieron lugar hace aproximadamente 2000 años, en un Israel dominado por los romanos (algo así como Estados Unidos dominando Irak).
Pero es una lástima que los verdaderos adoradores de la Semana Santa se están extinguiendo. Hoy, lo primero que a uno le preguntan, cuando se acerca la semana de La Pasión de Cristo, es “¿a dónde va a ir a descansar?”. Y esas palabras provienen de personajes de diversos estratos y clases sociales. Quienes van el Miércoles de Ceniza a ponerse la cruz en la frente, para no quedar out, pero no tienen ni idea qué es la Cuaresma ni por qué se celebra. Tampoco saben lo que es el ayuno y mucho menos lo practican.
Como un ejemplo, en la Cuaresma de hace tres años, quise ayunar de acuerdo con lo estipulado por la Iglesia Católica Ortodoxa Rusa – un ayuno de 48 días, nada de carne, nada de pescado, nada de ave, nada de producto animal, nada de mantequilla, huevo, leche, margarina y sus derivados. La verdad lo logré, pero me costó. En plena Semana Santa era prácticamente imposible encontrar un restaurante donde el almuerzo no incluyera carne o pescado. Pero, a punta de arroz y verdura, logré lo que me había propuesto y me siento muy orgulloso de ello.
No obstante, el punto es que la rigurosidad de la Santa Celebración del Sacrificio de Jesucristo se ha perdido. No entiendo por qué, pero la gente cada vez mira esto como algo que pasó (si es que pasó) hace mucho tiempo, nada tiene que ver con nosotros hoy y por ende, puedo estar tranquilo ya que nada me pasará. Bueno, quizás tengan razón. Quizás lo correcto sea salir a bailar, a emborracharse, a “hacer el amor” (por no utilizar la palabra que todos utilizan), en lugar de recordar con agradecimiento, amor, reconocimiento y temor reverencial, lo que nuestro Señor realizó por nosotros. A veces me pregunto si nosotros también saldríamos a pasear a Cartagena o Santa Marta, bailaríamos, nos emborracharíamos y buscaríamos pareja, después de que nuestro padre o madre diera su vida para que nosotros pudiéramos vivir. Pero, bueno… Seguramente eso no importa y la comparación es muy mala.
¿Cómo es posible que una persona que no respeta la Semana más importante del calendario del cristiano (sin importar si es católico, ortodoxo, protestante, etc.) se denomine a sí misma como tal y vaya a la Iglesia como si nada ha pasado?
¿Cómo es posible que después, el Domingo de Resurrección, en lugar de celebrar la Promesa de la Vida Eterna, estemos metidos en un trancón en la entrada a Bogotá, lanzando juramentos a diestra y siniestra, sin recordar qué día es y por qué la importancia de la fecha?
¿Cómo es posible que la poca tradición que le queda a la gente sea transmutada a la costumbre consumista de gastar dinero?
¿Cómo es posible…? Tantas cosas que están sucediendo hoy, que no deberían estar sucediendo. Pero este es un pequeño ejemplo de lo que valora el ser humano hoy. A lo que da mayor importancia.
Dios está quedando en el olvido. Y no se sorprendan cuando de pronto decida aparecer ante todos, para recordarles su existencia. Porque entonces será demasiado tarde.
Pero mientras tanto, sigan viajando a Disney, al Varadero, a Tayrona, a New York, a Miami, Madrid, etc. Ya que estos lugares y sus atracciones turísticas se encargarán de proporcionar a su alma un placebo que reemplazará a Jesús por un momento. Aunque después lo único que les quedará de esas vacaciones es el cansancio y estarán planeando tener otras, para descansar de las vacaciones pasadas, ya que en realidad su alma nunca descansó y se siente en deuda. Pero no importa, mientras haya plata, lo demás no importa.
Marzo 20 de 2008