El único país sudamericano bañado por dos océanos, también es el único en el mundo, donde el periodismo no se considera una profesión. Es decir, no se necesita ser profesional para ser periodista, por ende cualquiera puede serlo.
En 1998, el periodismo colombiano sufrió, quizás, uno de los más duros golpes: la eliminación de la tarjeta profesional. Lo anterior se aprobó por una sentencia de la Corte Constitucional bajo el concepto de que la exigencia de la tarjeta profesional se estaba convirtiendo en mordaza y prácticamente en una forma de censura.
Ahora, once años después de la “eliminación de la mordaza”, las consecuencias son dolorosamente evidentes. Los periodistas, los verdaderos periodistas, se extinguieron en el territorio colombiano. Esto se manifiesta en cualquiera de los medios de comunicación en Colombia: noticias faltas de fondo, redacción equivalente a un estudiante de bachillerato, desaparición de los grupos de investigación, parcialización de los medios, inexistencia de la ética periodística, politización de los medios de información, olvido de la función social del periodista, etc.
Es doloroso, pero el enfoque en la farándula y los deportes es el primer indicio de que los medios informativos están mal. Al desaparecer el análisis y los programas de investigación y denuncia de los medios, se evidencia ya sea la censura, ya sea la falta de profesionalismo de los periodistas de hoy.
Los oficiantes de periodismo (ya que gracias a la Corte Constitucional, el periodismo en Colombia no es una profesión, sino un oficio), si no disponen de contactos, nunca verán el interior de una editorial o un set de televisión. Estos puestos han sido “reservados” para los hijos, hijas, novios, novias de “periodistas” con influencia.
En la remuneración económica, los salarios de un egresado de la facultad de periodismo están en el último escalafón de pagos, con relación a otras profesiones. Los recién egresados están obligados a trabajar por un salario equivalente al mínimo, lo que quiere decir que recibe lo mismo que una persona sin profesión.
A pesar de que la sentencia de la Corte Constitucional fue en defensa de la “libertad de expresión”, la última se convirtió en libertinaje y empobrecimiento del lenguaje (supuestamente el “mejor español del mundo”), desinformación y manipulación del público en pos del consumismo. Por ende, la “libertad de expresión” fue totalmente coartada y ahogada por el libertinaje.
¿Qué diferencia a un aficionado de un profesional? La capacidad, entrega, ética, conocimiento, reserva, educación, erudición y, sobre todo, el constante estudio de la profesión y su evolución. ¿Acaso podemos afirmar lo anterior de los “periodistas” de los medios informativos de hoy?
El efecto devastador de la sentencia de la Corte Constitucional en Colombia es evidente. Es como si les quitáramos la tarjeta profesional a los ingenieros, alegando que los “maestros de obra”, tienen más práctica que un profesional en ingeniería y al exigir tarjeta profesional a un ingeniero, le estamos quitando el “derecho al trabajo” a un “maestro de obra”. Las consecuencias nos las podemos imaginar. Esas mismas consecuencias se ven hoy en los medios informativos colombianos.
El periodismo es una función social. Para ejercerlo, es necesaria una formación profesional, no de oficio. Es necesario conocer de ética, saber discernir entre información basura y de calidad. Denunciar las injusticias sociales y ser el ente de control de los políticos y el estado.
Esto no se da en Colombia. Los pocos intentos de resucitar el periodismo son ahogados por aquellos “profesionales”, preocupados más por su salario que por la verdad. Esgrimen como excusa a su pobre criterio la “libertad de expresión”, negándosela a aquellos profesionales que sí deberían tenerla.
Por ende, el periodismo en Colombia ha muerto. ¡Que viva la manipulación de los medios y la zombificación de la audiencia! ¡Que viva la degeneración social y el silencio de la libertad, forzada por el libertinaje! ¡Que viva el fomento de la farándula, en detrimento de la educación! Ya que cuando la “voz del pueblo”, es decir los medios de comunicación, el “cuarto poder”, se convierten en el brazo ejecutor de los grupos económicos, podemos afirmar con certeza que la “libertad de expresión”, tan defendida por la Corte Constitucional, es lo primero que ha desaparecido.
Gracias por estos once años de destrucción de la moral y el desprestigio de la palabra periodista. Ya que ahora, en Colombia, ser periodista equivale a decir “mentiroso”, “exagerado” y “manipulador”.
La “libre expresión” se ha manifestado.
Marzo 09 de 2009