El Internet se ha convertido en una fuente de información imposible de medir y/o imaginar. Por más cifras, gráficos y estadísticas que nos muestren los estudiosos, este tsunami incontenible de información es imposible de medir y menos aún es posible medir las consecuencias de esta ola. Si en algún antaño (hace unos veinte años), se podía clasificar e interpretar de alguna forma, hoy es imposible.
Sin contar la fiabilidad de la información como tal, la información personal es la que prima, hoy por hoy, en los medios electrónicos. La principal fuente de dicha información es Facebook (con más de mil millones de usuarios), pero detrás de él tenemos otras como Twitter, Instagram, etc. Si hacemos un comparativo entre las cuentas personales y las cuentas “oficiales”, podremos ver que lo personal es mucho, mucho más importante en esta nueva época de la información.
Cada perfil de usuario (tan sólo en Facebook) genera diariamente varios cientos, si es que no miles, de megabytes de información. Si imprimimos en papel los movimientos diarios de un perfil de una persona promedio (fotos, videos, comentarios, estados de ánimo, etc.), fácilmente llegaríamos al tamaño de un libro pequeño. Si imprimimos la información diaria de un perfil con bastante movimiento, este libro podría aumentar hasta un tamaño de entre 500 a 1000 páginas. ¿Pueden imaginar esto? ¡En un solo día, por persona, se genera un libro!
¡No me puedo imaginar el volumen de papel que se necesitaría para imprimir el movimiento de un solo día de todos los perfiles de Facebook!
Ahora, ¿quién es capaz de leer toda esta información? La información de un solo perfil. El tiempo simplemente no nos da para mantenernos al tanto. Nos convertimos en pescadores en un río de montaña, tratando de sacar algo producente de entre millares de movimientos diarios. Y recuerden que hablamos de un único perfil en Facebook. Si incluimos otro de twitter, otro de Instagram, otro de Youtube, esta avalancha de información nos sobrecarga y se convierte en simple basura informativa. Y si incluimos más…
Por más de que nos quieran hacer creer que la información se puede clasificar e interpretar, a la hora de la verdad esto se puede aplicar a unos grandes conjuntos, sin profundizar, ya que al hacerlo nos perderíamos en un sinfín de posibilidades al basarnos sobre la realidad de que los perfiles personales predominan. Por ende es más fácil llamarlos “grupo X” y dejarlo de ese tamaño. Es por eso que los grupos estadísticos prefieren concentrarse en los “grandes” productores de información para sus números, ya que son fácilmente clasificables y comparables entre sí, enfocándose en un estudio de mercadeo. Esos grandes productores son noticieros, periódicos, páginas de famosos, etc.
Este inmenso bombardeo de información al que nos vemos sometidos día a día, no da tiempo para procesarla y compararla. Por ende, nos limitamos a aceptarla y/o negarla de forma automática, de acuerdo a nuestras creencias y/o valores, y dejamos las cosas de este tamaño. Pero esto nos convierte en autómatas, incapaces de procesar y sacar un provecho de la información, obligándonos a actuar casi en defensa propia al comentar un texto o reaccionar ante el cambio de una imagen en un perfil.
Una de las consecuencias más graves de esta avalancha informativa es la frivolidad. Hacer un “me gusta” se convierte en obligación en los perfiles de los amigos y/o familiares; reproducimos informaciones que nos impactan, pero de la cual poco nos importan las consecuencias y en algunos casos ni siquiera el mismo hecho importa. Repetimos informaciones que supuestamente “sensibilizan” para calmar nuestra conciencia, pero a las que nunca hacemos un seguimiento real o aportamos algo para la causa (como ejemplo, recuerden el Ice Bucket Challenge, del cual hoy nadie se acuerda y/o hace recuentos, seguimientos o continúa con la labor).
Claro está que hay muchas cosas positivas en una información instantánea, que nos permite estar al día de lo que sucede en el mundo, en nuestro país y en nuestra ciudad. Igualmente nos permite reaccionar con premura ante situaciones extremas. También nos da la posibilidad de comunicarse de manera inmediata con nuestros seres queridos en cualquier parte del mundo, entre otras cosas. Pero esto es en cuanto a la COMUNICACIÓN. Mientras que si hablamos de la INFORMACIÓN, el Internet se ha quedado corto para manejarla.
Nuestra mente tiene un límite para el manejo de la información. Al llegar a este límite, ocurre un bloqueo que simplemente nos convierte en autistas en esta nueva época informativa. Es fácil darse cuenta de ello, ya que comenzamos a olvidar el día a día. No logramos mantener en nuestra cabeza todo lo que hemos leído y/o visto en un solo día. ¡Y no hablemos de procesar todo lo visto, comprenderlo y sacar una conclusión de lo aprendido! La educación no forma parte de este proceso. Se obvia por innecesaria al no quedar conclusión de lo absorbido por la mente durante el procedimiento. Lo peor es el bombardeo de imágenes y videos, que bloquean y hasta atrofian la capacidad interpretativa del cerebro, matando la imaginación y la creatividad.
Tan solo miren durante un día a sus amigos, vecinos o a sí mismos. Pregúntenles o pregúntese sobre lo aprendido durante el día de toda la información que procesó de Facebook, Youtube o Instagram. Se sorprenderá a sí mismo con la respuesta…
Entonces, ¿para dónde vamos? ¿En qué nos estamos convirtiendo los seres humanos? Porque es claro que hay consecuencias en nuestra sociedad, en nuestra cultura y nuestro entorno familiar por este tsunami informativo. Es fácil deducir que nos aísla de la comunidad real a la que pertenecemos, reemplazándola por una virtual. Buscamos en el mundo informático quien “comprenda” nuestra realidad, olvidando a la realidad real en la que vivimos. Este flujo nos ahoga y empuja al fondo del río informativo, alejándonos de la posibilidad de llegar a la orilla y agarrarnos de una realidad que cada día menos afortunados logran percibir.
Lo peor, es que esta avalancha no permite discernir entre verdad y mentira. Simplemente no hay tiempo para ello. O lo tomas, o lo dejas. No hay otra opción. Y ello facilita la manipulación de las mentes de las personas, sin importar sus niveles de educación y/o valores. Los famosos “trolls” son una muestra perfecta de ello.
La cultura ha cambiado. Si antes la información era la base de la sociedad y la forma de transmisión de los valores y cultura, hoy se está convirtiendo en el principal destructor de nuestra sociedad.
Algunos insisten en llamar este proceso como “evolución”. Yo no pienso igual. Tan solo comparen los intereses, pensamientos, sueños y valores de un adolescente de hace 20 o 25 años, con un adolescente moderno. Es más: comparen la profundidad del conocimiento sobre algún tema y la capacidad de disertación y análisis sobre alguna información (cualquier información) de relevancia en su momento. Los resultados los sorprenderán.
Nuestra civilización está cambiando. Ya nunca será igual a lo que fue. Y el ser humano también, en su mayoría gracias a la transformación de su manera de percibir y comprender el mundo.
Marzo 24 de 2015