¡Estoy hasta la coronilla de Trump!
Cada vez que abro un periódico virtual, entro al río de noticias de Facebook o Twitter, miro Google o busco la sección de caricaturas de cualquier periódico, lo veo por todas partes. Trump a la izquierda, Trump a la derecha, Trump al centro, Trump abajo y Trump arriba. Y si no es Trump, entonces es Melania. Y si no es Melania, entonces son notas de famosos que hablan sobre Trump, Melania o Ivanka. Y todas las notas: en su contra.
Pero esto es sólo el principio. Cuando hago lo mismo en las webs de Estados Unidos, Europa o Rusia aparecen las mismas notas (en algunos casos con los mismos errores de ortografía o con una pésima traducción), hablando del mismo Trump, con el mismo aire siniestro, tratando de mostrar a este personaje como la encarnación del mal y el foco del odio del mundo entero (entendiendo por centro de este odio a Estados Unidos y sus votantes) …
No es por nada, pero como periodista me asombro de esta eficiencia de los principales medios a nivel internacional para recopilar ÚNICAMENTE información NEGATIVA sobre un personaje. ¿Acaso los medios están tratando generar de manera intencional un ODIO hacia Trump? ¿Qué pasó con la ética periodística? ¿Qué pasó con las entrevistas a la contraparte?
Es decir, soy consciente de que los periodistas somos prostitutas intelectuales (1) y nos pagan para presentar una noticia de una forma específica, buscando de manera sutil una reacción en el público al que va dirigida la noticia. Pero la bacanal que se desarrolla en los medios hoy es absurda. Cero de ética. Cero de erudición. Cero de filo intelectual. Tan sólo un baldado de basura y una persecución sin cuartel a cualquier palabra, acción, obra, pensamiento, gesto, tweet, etc. del pobre Donald Trump, su familia y su gabinete de gobierno.
Aclaro: no soy fanático de Trump. Su forma de ser no me agrada y su forma de hablar menos. Pero no conozco al personaje y menos su núcleo familiar y/o representantes de su gobierno. Por ende, tan sólo porque Trump es un ser humano, le debo respeto como persona. Y más respeto le debo por ser periodista y un profesional (así piense distinto a él). Y lo que están haciendo mis colegas es una falta de respeto total no solo a un ser humano, sino al presidente de una nación. Si mis queridos colegas consideran que Donald Trump es inferior a ellos, pues poniéndose a un nivel más bajo que él dudo mucho que convenzan a alguien. Ya que parecen una mala copia de Madona gritando el guion que leía al público en una parodia de furia mal ensayada: “F*** you”.
¿Dónde están los profesionales?
Más allá de los ataques personales a Trump, que de por si denigran la profesión periodística, veo con bastante preocupación la TOTAL AUSENCIA de informes del otro lado de la noticia. Es como si los simpatizantes, representantes, votantes, etc., de Trump fuesen invisibles para los grandes medios. ¿A nadie le parece raro que no exista una nota sobre los que votaron por Trump? ¿Dónde están las reseñas de los que están apoyando a este personaje? No es por nada, pero estamos hablando de la nada despreciable cifra de 50% de estadounidenses que votaron por él.
Deliberadamente en el mundo occidental, los que se consideran demócratas, están negando el derecho de hacerse oír a la contraparte. De hacerse ver. De decir la verdad a la que se enfrentan día a día, la que les llevó a elegir a un excéntrico personaje, en lugar de los acostumbrados peleles de siempre.
¿Dónde deja esto al periodismo actual? ¡En la olla! Es la demostración de que los medios son para nada parciales y deben cumplir con una agenda política y económica. Y si con ello llevan a un país (o al mundo entero) a una guerra, parece no importarles mientras reciban su cheque (mísero) mensual por una noticia “maquillada” de acuerdo a los intereses de su jefe, patrocinador, dueño y/o editor. Y es la demostración de la peor clase de censura que existe en el periodismo.
La ausencia de las noticias, no quiere decir que estas no existan. La ausencia de opiniones, tampoco. Simplemente NO les dejan salir al aire, negando un proceso democrático al pueblo: el acceso a la información. Por ende, convirtiendo el periodismo en un brazo de hierro en una dictadura del dinero.
La guerra de la información
Sin embargo, lo de Trump es tan solo un pequeño ejemplo de la manipulación programada y certera con la que manejan los medios a sus audiencias. Es tan solo una mancha rubia intensa en una monotonía de manipulación gris a la que el público se enfrenta día a día. Trump es un magnate, con un respaldo a la sombra en lo político y económico, con la capacidad de comprar sus propios medios y generar las noticias que considere necesarias. Es por eso que los medios opositores han sacado la artillería pesada y enlistado a artistas y famosos en sus filas para manipular más fácilmente a la gente. Pero Trump está hecho de otro calibre que el resto de los políticos y es por eso que la manipulación de los medios es más evidente con él que en cualquier otro caso.
Pero este suceso nos permite ver (bueno, a los que quieren ver, oír y comprender) que la burbuja rosada de la democracia ha reventado y el pus de la realidad comienza a ser visible, a pesar de que queramos cerrar los ojos. Y la realidad es sencilla: la democracia no existe. Usted y yo debemos pensar y hacer lo que nos dicen los medios de información (o por lo menos eso es lo que ellos creen y enfilan todos sus esfuerzos para este fin).
Somos los blancos en una guerra sin cuartel que en este momento se desarrolla en el mundo de la información. El que tenía, tiene y tendrá el poder y la capacidad de controlar la información será, sin duda alguna, el que lleve las de ganar en cualquier guerra, ya que tendrá la mayor cantidad de seguidores (o un gran porcentaje del pueblo), quienes, en caso de un enfrentamiento real, serán los que pongan (pongamos) los muertos.
“Los buenos siempre ganan” nos inculcan desde pequeños. La explicación a esta afirmación es sencilla: los ganadores son los que escriben la historia. Nadie en su sano juicio hablará mal de sí mismo.
Febrero 13 de 2017
(1) Discurso del periodista John Swinton, en el banquete del gremio de prensa en New York, año 1.880.