La conocí una mañana, cuando el sol estaba alto,

Y era fuerte y pegaba, me deslumbraba su encanto.

Y el olor de su perfume, la ambrosía que embriagaba,

Y el sonido de su voz, cuyo timbre embelesaba.

 

Me acerqué hasta esa reina, rodeada de la gente,

Pues era el centro de atención, de la multitud latente.

Pendiente de cada palabra, cada suspiro y sonrisa,

Su voz hermosa me atraía y me encantaba a mí su risa.

 

Lo que le dije, no recuerdo. Pues me sentí apabullado.

Y de repente me di cuenta, que a mi lado caminaba. 

Y sujetaba con su palma, la mía como algo querido,

Y yo temía alejarla, pues no creía en el destino.

 

Pero el destino estaba ahí, creyera en él o no creyera,

Guardado estaba para mí, que en mi vida ella estuviera.

Y como en un cuento de hadas, romántico hasta el cinismo,

Nos amamos sin descanso, como en el romanticismo. 

 

Y fueron años muy divinos, de amores y también problemas,

De crecimiento en conjunto, y el compartir de penas. 

Tuvimos dos hermosos hijos, que crecieron como flores,

Y tuvimos una casa, y un jardín lleno de soles.

 

Llegó entonces el invierno, con su nieve plateada,

Y sus achaques y ahogos, y la tristeza de la nada.

Pero por más que encaneciera, y su cara se arrugara,

Aún veía en rostro, la colegiala enamorada.

 

Por más que el tiempo golpeara, y el frío arreciaba,

Yo la encontraba siempre hermosa, y su voz me arrullaba.

Y ahora estoy al frente de ella, con mi mirada en sus ojos,

Que me miran de la foto, que en su tumba hoy coloco.

 

Y aunque oigo que la tierra, retumba sobre el ataúd,

Mi corazón está tranquilo, como en la juventud.

Pues aun siento en mi mano, el calor de mi amada,

Su sonrisa que me llama, y su voz de enamorada.

 

Y no pasaron muchos meses, cuando de nuevo el destino,

Lanzó sus dados a la mesa, dando fin a mi camino.

Así termina el invierno, comienza una nueva vida,

Que inicia en la muerte, por la Gracia ya sabida.

 

Y de nuevo el sol deslumbra, y veo mucha, mucha gente,

Y en medio a ella, y a la multitud latente.

Y el olor de su perfume, la ambrosía que embriaga,

Y oigo el sonido de su voz, y corro hacía mi amada.

Miércoles, enero 10 de 2024

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