Uno de mis escritores favoritos es Stephen King. De sus obras, hay tres que comparten el primer lugar en mi lista de preferencias: Eso (It), La danza de la muerte (The Stand) y La larga marcha (The Long Walk). La última, quizás, es la única que, a mí criterio, se puede considerar como un vaticinio de una realidad cuyos inicios ya estamos experimentando. Una realidad de cruel indiferencia, donde el ser humano ya carece de humanidad al concentrar su esencia en una visión masificada, convirtiéndose en un simple animal, dividido en dos bandos: depredadores y presas.
Esta comparación se aprecia en “La larga Marcha” al principio sutilmente y después con más fuerza, en el concepto de “La Multitud”. Una multitud que se agolpa para ver, en un ritual enfermizo anual, un reality en el cual participan 100 jóvenes, de los cuales solo uno (obviamente) puede ser el ganador. A los perdedores los espera la muerte.
King, como maestro del suspenso que es, nos muestra una “Multitud” que empuja y acompaña a sus favoritos. Pero que a la final solo espera el desenlace sangriento, cuando alguno de los participantes recibe “El Pasaporte”. Esa es la cúspide del evento, lo que atrae a una masa de seres humanos que pierden toda identidad y convergen en un monstruo amorfo al que el autor convierte en un personaje equiparable en importancia a los participantes del reality.
Teniendo en cuenta que la obra fue escrita en 1979, es increíble lo vaticinadora que ha llegado a ser: Los realities llevados al extremo, el circo de gladiadores de nuevo resucitado, la indiferencia de los espectadores que lo único que quieren es entretenimiento, el morbo y voyerismo por contemplar el sufrimiento y muertes ajenas, la división en clases sociales letales, la inversión de valores y el odio al ser humano apoyados por los medios y publicitados como El Bien. ¿Acaso hay alguna diferencia con lo que ocurre en el mundo hoy?
Hoy el ser humano que se considere del “mundo civilizado” se ha vuelto, precisamente, esa “Multitud” de la que habla King. Nuestra participación en el mundo actual se resume a los “likes” en Facebook y Twitter. A fotos frívolas en el Instagram y a los insensibles y superficiales comentarios de las tragedias humanas que ocurren en todas partes del mundo. La vida se ha vuelto un espectáculo y nosotros sus espectadores, con la oportunidad de convertirnos en protagonistas, ya sea para bien o para mal.
La Multitud moderna no requiere de explicaciones. No necesita pensar. Como la masa del libro de King, la Multitud moderna busca entretenerse. Busca, literalmente, perder el tiempo. Desconectar el cerebro y simplemente divertirse a costa de los demás. Para comprobarlo, simplemente hay que mirar en el generador de espectáculos moderno, más conocido como Youtube, los videos más recomendados y/o que más visitas tengan: la mayoría están relacionados con “accidentes graciosos”, caídas, vergüenza pública, morbo, voyerismo, sangre y demás. Le siguen los videos de lo oculto. Después podemos hablar de deportes y música. Y por último, siguiendo con videos populares, tenemos a los Blogers.
Los temas que más búsqueda tienen, siempre están relacionados con la palabra sexo. Las imágenes que más atraen a los espectadores son de desnudos femeninos o posiciones explícitas. Es decir, el morbo siempre está en primer lugar. Después la sangre y el sufrimiento.
Esto me hace reflexionar: ¿A cuánto estamos de convertir la fantasía de King en una aterradora realidad? Afortunadamente, aun no necesitamos de muertos en realities (aunque estoy seguro que más de un productor de la televisión ha “rumiado” la idea) ya que los noticieros se encargan de darnos esa sangrienta dosis. Pero el absurdo de los valores morales actuales es más claro que nunca.
Quizás el absurdo de los absurdos (y lo que me impulsó a escribir este artículo) es la moda del “Ice Bucket Challenge”, una iniciativa que fue noble al principio, y la que la Multitud se encargó de tergiversar, convirtiéndola en algo fuera de todo sentido. El recaudo ha quedado de lado. Lo importante es echarse un baldado de agua con hielo y retar a otro porque está de moda.
En Colombia este “evento” (por no llamarlo de otra forma) coincidió con una desoladora sequía que asola varios departamentos del país. No me imagino cómo pueden los habitantes de estos departamentos ver como sus compatriotas desperdician el agua potable, mientras ellos no tienen agua para tomar… ¿No es más fácil simplemente donar a la “ALS Association” sin desperdiciar el agua? O mejor aún: donar agua a sus compatriotas, en lugar de desperdiciarla…
Pero eso no ocurre, ya que La Multitud carece de cerebro. La multitud sólo tiene instinto. No hay control sobre ella, una vez se le ha encauzado en algún rumbo en particular. Y ese rumbo puede ser, incluso, una guerra. Un odio racial. Un odio político. Un odio continental… Una vez creada una idea que se ha arraigado en la multitud, la misma no requiere control, ya que La Multitud simplemente se deja llevar. Este ejemplo se puede ver en todo tipo de grupos urbanos: desde fanáticos de una banda de rock, hasta asociaciones políticas con odios arraigados al punto de desear la muerte de su contraparte. Y lo peor, es que nos enseñan que las Multitudes solo pueden ser de dos tipos: O las que se unen para complementarse; o las que se enfrentan, incluso hasta destruirse.
Es triste, pero nos enseñan a ser parte de la multitud. Nos obligan a que tomemos partido en una Multitud. Nos guían y animan a que formemos parte de ella. Ya que cuando somos Multitud, es fácil llevarnos a donde el “productor” de la campaña publicitaria, movimiento político, o el maquinador detrás de la Multitud lo quiere. Porque en La Multitud nos desconectan el individualismo y la capacidad de raciocinio. Porque después, cuando la Multitud se disuelva una vez cumplido su cometido, será más fácil para el individuo culpar a ese ente con personalidad propia de las acciones que dieron lugar, en lugar de asumir las consecuencias por sus actos.
Porque cuando somos Multitud, nos convertimos en maleables y manejables. Capaces de cualquier acto heroico y también la atrocidad más innombrable, con tal de no destacar de la masa. Con tal de “no quedar mal” ante nuestros amigos o, al contrario, demostrar a nuestro maltrecho ego y complejo de inferioridad que “pertenecemos” a la Multitud y por ende “somos como todos”.
Poco a poco nos están quitando el individualismo. Y cuando por fin lo logren del todo, será el fin de la libertad y el libre albedrío. Será la dictadura ideal: ya que sus miembros no necesitarán de un dictador para que los guíe. Bastará con un animador profesional, para que los gobernados hagan lo que de ellos se requiera.
Agosto 25 de 2014