El primer libro serio que leí, a la tierna edad de siete años, fue “Robinson Crusoe” de Daniel Defoe. No es sorprendente que quedé atrapado de forma inmediata en ese mundo de aventura, de piratas, de tierras nuevas para descubrir y explorar, de muerte y de soledad. Lo leí en dos o tres días, según recuerdo. Por esa época estaba hospitalizado y disponía de todo el tiempo del mundo. También fue por esa época que comencé a dañarme los ojos al leer por la noche, debajo de las sábanas, acompañado de la luz amarillenta de una linterna para no ser detectado por la enfermera de turno.
El siguiente libro relacionado con piratas que llegó a mis manos fue “La Isla del tesoro” de Robert Louis Stevenson. ¿Cómo no quedar enamorado de la época, de ese romanticismo con sabor de antaño, que destilaba aventura y heroísmo en cada párrafo de la magistral obra? Jim Hawkins fue mi héroe personal por algunos meses, y veía a cada paso espejismos de mapas ocultos e indicaciones para llegar a tesoros secretos. Por esos días perdí la cuenta de la cantidad de huecos que abrí a punta de pala, buscando algún que otro doblón (que por alguna razón suponía ocultos en las inmediaciones de mi casa); y las incontables ampollas que me saqué en las manos con ella, así como una cicatriz en la rodilla derecha al caer por accidente sobre el filo de la pala.
Y la lista de libros de aventuras creció. Me perdía días enteros en las bibliotecas de mi querido pueblo, hundido en algún mundo (ya sea inventado o no) del antaño. Ese antaño rodeado de misticismo, aventura, nostalgia y la idea de que el mundo no estaba descubierto y algo nuevo te esperaba en cada esquina.
Hoy, ese mundo de aventura despierta una nostalgia suave y amorosa, pero ya no me llama al riesgo y menos a la búsqueda de tesoros. Tampoco sueño con ser un pirata, temible bucanero de los mares. El tiempo de las fantasías ha pasado y el sentido común de la realidad circundante hace tiempo reemplazó la fe infantil de que el mundo era romántico e inocente.
Cuando el velo del romanticismo cayó, comprendí que los piratas en realidad eran asesinos y atracadores. Seres que hacían lo que fuese por conseguir dinero. Ya sea para sobrevivir, ya sea para obtener lujos, ya sea por la facilidad de conseguir “dinero fácil”, los hombres se lanzaban al mar y asaltaban buques para robar el producto del trabajo honrado de otros y, de paso, enviando a esos otros a la tumba o vendiéndolos como esclavos para aumentar sus beneficios.
Y al realizar un paralelo con el mundo de hoy: el dizque moderno, avanzado, civilizado, humanizado, tecnológico, científico, darwinista, medicado y computarizado siglo XXI; veo que hay poca o ninguna diferencia con ese mundo del pasado. La misma sed de sangre y de dinero fácil empuja a los seres humanos a ser piratas modernos y traficar con otros seres humanos y sus necesidades en todos los rincones del planeta.
Dejando a un lado la crítica, una pregunta surge: ¿cómo es posible que estos autores escribieran sobre estos piratas? Es más, ¿cómo es posible que los ensalzaran, alabando sus actos de mal llamada valentía y honor, minimizando el dolor que causaban, los muertos que dejaban a su paso y las vidas que destrozaban en el mercado de esclavos?
Y la respuesta la encuentro en los libros de hoy. En las noticias, las novelas, las entrevistas. Los asesinos siguen siendo héroes del pueblo. Los malandrines que han logrado salirse con la suya, así sea por un par de meses, hacen arder hogueras de fantasía en aquellos que también quieren salir adelante y tener dinero fácil, quienes colocan a estos sádicos como ejemplos a seguir, así les cueste la vida… Y en las épocas de Defoe, Stevenson, Dumas, etc., la situación no era diferente.
La realidad es que el ser humano siempre va a buscar el beneficio propio. Es por eso que cualquier sistema que se ha intentado implantar a través de los siglos, siempre ha llevado al fracaso. A guerras, asesinatos, muerte. La premisa de que “si es más fácil tener dinero por la fuerza, es el mejor camino”, jamás ha caducado y, viendo las noticias terroríficas de lo que sucede en el mundo hoy, dudo que caduque alguna vez.
La historia de la humanidad es algo fantástico. Está ahí. Es palpable. Se ve. Se lee. Te grita, voz en cuello, lo que ha sucedido con civilizaciones, naciones, etnias, pueblos, familias e individuos que han sido destrozados por la avaricia de otros o, al contrario, desaparecieron a otros por esa misma avaricia. Y da miedo, terror, al ver que los seres humanos seguimos ese mismo camino. Ese círculo vicioso de apoderarse de lo que es de otros para beneficio mutuo.
¿Ejemplos modernos a escala global? Fácil: Siria, Libia, Iraq, Afganistán, Ucrania, Venezuela, etc…
¿Ejemplos modernos a escala personal? Fácil: Vea el noticiero local o lea el periódico del día…
Es por eso que ni el socialismo, ni el comunismo, ni el capitalismo, ni la democracia, ni el totalitarismo, ni ningún otro sistema que implique posesión de un capital que facilite el acceso a recursos y/o excesos en la vida podrá traer paz a este planeta, algo que, paralelamente, el ser humano ha buscado a través de su historia… Y ¿cuánta sangre no se ha regado en busca de esa paz?
Trayendo a Robinson Crusoe o a Jim Hawkins al mundo moderno, ubicándolos en su respectivo estrato social hoy, creo que habría poca diferencia en sus aventuras. Tal vez Crusoe tendría menos posibilidades de sobrevivir y Hawkins no llegaría vivo a la Isla del Tesoro gracias a las tecnologías modernas. Pero el contexto sería el mismo, las necesidades no cambiarían y se aliarían con piratas, asesinos, comerciantes de dudosa reputación y cometerían asesinatos, robos, atracos y engaños con tal de llevar a cabo su misión.
Esa es la esencia del ser humano que no ha cambiado a través de los siglos. Precisamente es esa esencia que no permite que el hombre avance. Y es el motivo por el que convertimos a piratas en héroes. A narcotraficantes en ídolos de adoración a tal punto de ponerles velas, como a los santos. A políticos corruptos en paladines que aseguran una entrada de dinero o un puesto de trabajo (que equivale a lo mismo). A asesinos de la mafia en protagonistas de novelas. A matones sin rostro, en modelos a seguir… Y a la corrupción, en todos los niveles, en la guía de la vida diaria de los seres humanos…
Quisiera creer que me equivoco. Quisiera creer que el ser humano es mucho más que una simple necesidad de vida fácil. Pero los hechos, más que todo de la última década, me dicen lo contrario.
Y, ¿usted qué cree?
Miércoles, abril 26 de 2017